A mí siempre me han gustado las flores, sus colores,su olor, su estar ahí. Cómo en su sencillez, me aportan belleza y alegría cuando las miro, más ahora, comenzando la primavera, y de nuevo las descubro cuando paseo por el monte.
Y mi encuentro con las flores, con las esencias, supuso un antes y un después en mi vida. Me enamoré al instante.
Empezó para mí una nueva etapa de mi camino, de conocimiento y autoconocimiento.
Se abrió ante mi un nuevo mundo, de luz, de amor, de acompañamiento.
Crecí, crecí.
Y a la vez, creció en mí el deseo de transmitir lo que siento con ellas, la increíble magia de las flores y de ser.
Disfruto en mi trabajo, me sorprendo cada día con lo que descubro, con la manera que tienen de acompañar a alguien en el dolor, en la angustia, en el cambio.
Descubro cada día la increíble sabiduría que muestran cuando actúan, no como queremos, sino como realmente necesitamos que actúen.
Siento gratitud. Por la oportunidad de poder conectar lo que soy, con lo que me apasiona y tener la posibilidad de crear y de acompañar.
Tengo claro dónde están las flores, y muchas veces no tengo tan claro dónde estoy yo.
Cuando veo los resultados, cómo las flores acompañan, calman, curan heridas del alma, el sentimiento de plenitud me desborda, y yo me retiro, me cuesta reconocer mi parte ahí, mi papel como conexión entre las flores y la persona que tengo delante, minimizo la parte de conocimiento necesario para poder dar la flor que esa persona precisa en ese momento.
Y sí que creo que una cosa es dar flores y otra hacer terapia floral, como se ha escrito tantas veces.
Y aquí entra el papel del terapeuta, mi papel en este caso, donde siento que son fundamentales el conocimiento sobre las flores,el conocimiento de una misma, pero también la pasión, la intuición, la conexión más allá del contacto físico o de la escucha más palpable.
Y me cuesta reconocerme ahí, admitir mi parte en esta alquimia, donde la persona acude con todos sus recursos, aunque aún no lo sepa, donde las flores despliegan su magia y dónde yo puedo acompañar desde lo que soy, desde lo que sé, desde lo que siento, para ir hilando un nuevo tapiz.
Hablaba ayer con un amigo sobre la falsa modestia y alimentar el ego, sobre la diferencia de caer en la arrogancia y aceptar lo que uno es y de lo que uno siente cuando hace algo en lo que cree, desde el fondo del alma.
Y es cierto que hay una parte profunda en la que siento que todo está bien, en la que confío en mi intuición, al margen de saber que aún tengo muchísimo que aprender, y creo que desde ahí trabajo, desde el corazón.
Y acepto , me alegra y me enorgullece el que guste lo que aporto aquí.
Así que, a tí, que estás ahora leyendo esto, te digo GRACIAS.
Por las palabras de apoyo, por los halagos. Por devolverme que lo que escribo transmite la pasión con la que lo hago.
Y me reconozco en la sorpresa y en el placer de sentir que las cosas te llegan con la intensidad que quiero transmitir.
Y mi encuentro con las flores, con las esencias, supuso un antes y un después en mi vida. Me enamoré al instante.
Empezó para mí una nueva etapa de mi camino, de conocimiento y autoconocimiento.
Se abrió ante mi un nuevo mundo, de luz, de amor, de acompañamiento.
Crecí, crecí.
Y a la vez, creció en mí el deseo de transmitir lo que siento con ellas, la increíble magia de las flores y de ser.
Disfruto en mi trabajo, me sorprendo cada día con lo que descubro, con la manera que tienen de acompañar a alguien en el dolor, en la angustia, en el cambio.
Descubro cada día la increíble sabiduría que muestran cuando actúan, no como queremos, sino como realmente necesitamos que actúen.
Siento gratitud. Por la oportunidad de poder conectar lo que soy, con lo que me apasiona y tener la posibilidad de crear y de acompañar.
Tengo claro dónde están las flores, y muchas veces no tengo tan claro dónde estoy yo.
Cuando veo los resultados, cómo las flores acompañan, calman, curan heridas del alma, el sentimiento de plenitud me desborda, y yo me retiro, me cuesta reconocer mi parte ahí, mi papel como conexión entre las flores y la persona que tengo delante, minimizo la parte de conocimiento necesario para poder dar la flor que esa persona precisa en ese momento.
Y sí que creo que una cosa es dar flores y otra hacer terapia floral, como se ha escrito tantas veces.
Y aquí entra el papel del terapeuta, mi papel en este caso, donde siento que son fundamentales el conocimiento sobre las flores,el conocimiento de una misma, pero también la pasión, la intuición, la conexión más allá del contacto físico o de la escucha más palpable.
Y me cuesta reconocerme ahí, admitir mi parte en esta alquimia, donde la persona acude con todos sus recursos, aunque aún no lo sepa, donde las flores despliegan su magia y dónde yo puedo acompañar desde lo que soy, desde lo que sé, desde lo que siento, para ir hilando un nuevo tapiz.
Hablaba ayer con un amigo sobre la falsa modestia y alimentar el ego, sobre la diferencia de caer en la arrogancia y aceptar lo que uno es y de lo que uno siente cuando hace algo en lo que cree, desde el fondo del alma.
Y es cierto que hay una parte profunda en la que siento que todo está bien, en la que confío en mi intuición, al margen de saber que aún tengo muchísimo que aprender, y creo que desde ahí trabajo, desde el corazón.
Y acepto , me alegra y me enorgullece el que guste lo que aporto aquí.
Así que, a tí, que estás ahora leyendo esto, te digo GRACIAS.
Por las palabras de apoyo, por los halagos. Por devolverme que lo que escribo transmite la pasión con la que lo hago.
Y me reconozco en la sorpresa y en el placer de sentir que las cosas te llegan con la intensidad que quiero transmitir.
3 comentarios:
Gracias a ti por compartir tu sentir y tu saber
Un abrazo
Gracias Rosa, vengo del Blog de Pilar, gracias por ésta "magia".
Recien llego, voy a volver para seguir recorriendo todo lo que compartes.
Abrazo de luz, Mirta
Gracias chicas, mila esker, es un gusto y un honor.
Besos, muxuak
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