Cuando nací, mis padres me calzaron mis primeros zapatos.
Nací niña, así que mis primeros zapatos fueron rosas.
Nací la primera; la primera hija, la primera nieta, la primera sobrina.
Los tejió mi abuela. Los tejió con hilos de amor, con hilos de espera impaciente, con hilos de ilusiones, con hilos expectantes.
Cuando me calzaron mis primeros zapatos, me calzaron días, meses de amor reservado, zapatos rosas de sonrisas amorosas, de caricias protectoras.
Me calzaron a la tierra con hilos de memorias, hilos tejidos de vida.
Me calzaron hilos de teta y abrazos.
Más adelante, cuando quise caminar, cuando necesité bajar de los brazos de mi madre y descubrir mi mundo, me calzaron zapatos de suela fuerte y flexible, para que pudiese amoldar mis pasos al suelo que pisaba.
Con mis nuevos zapatos pude caminar, descubrir, experimentar y me permitían echar la vista atrás y ver a mis padres caminar a mi lado, acompañando mis pasos.
Seguí caminando por la vida y elegían mis zapatos. Zapatos para correr, para saltar, para jugar, zapatos de domingo...
Y fui creciendo en mis zapatos elegidos por otros, la forma, los colores, el número que encajaba mejor con mis pies.
Y seguí caminando.
En el camino que es mi vida, un día, yo decidí elegir mis propios zapatos.
Elegí marcharme un poco más lejos, descubrir un poco más allá del mundo protegido que conocía.
Me sentía libre para elegir aquellos que a partir de ese momento me servirían para caminar mi propia vida.
Y sin darme cuenta, seguí eligiendo los zapatos en función de lo que me habían enseñado, zapatos prácticos, resistentes, duraderos, del tamaño perfecto.
Poco a poco, empezaron a dolerme los pies. Caminaba y me dolían los pies.
Tenía zapatos que me oprimían, zapatos que me quedaban grandes, zapatos que me quedaban pequeños. Zapatos que me hacían heridas, zapatos a los que por fuerza tenía que adaptarme.
Una mañana, decidí descalzarme. Decidí meterme en mis propios pies. Decidí caminar sin zapatos.
Pisé arena,hierba, asfalto, agua...
Sentí la energía subiendo por mis pies.
Sentí la la brisa, la dureza o suavidad del suelo que pisaba. Sentí la libertad de mis dedos, de mis pasos. Sentí la fuerza para avanzar por la vida.
Poco a poco fui calzando zapatos diferentes, zapatos para bailar, zapatos para vibrar, zapatos para soñar, escalar montañas, zapatos rosas, azules, verdes, zapatos de hojas...
Ahora, si los zapatos me duelen,me los quito y ando descalza.
Si necesito tierra, camino descalza.
Si quiero volar, vuelo descalza.
Si quiero bailar, bailo descalza.
Si caminando se me mete una piedra en el zapato, me siento, quito la piedra y sigo caminando.
Busco zapatos ligeros, zapatos con alas, zapatos de flores, de viento, de agua, de fuego...
Elijo mis propios zapatos para caminar.
Elijo zapatos que me lleven por mi camino de vida.
Elijo caminar por la vida con mis propios zapatos.
Me los quito y me los pongo cuando quiero. Elijo yo. Y recuerdo con amor y gratitud aquellos primeros zapatos rosas que me calzaron cuando nací la primera vez.
Nací niña, así que mis primeros zapatos fueron rosas.
Nací la primera; la primera hija, la primera nieta, la primera sobrina.
Los tejió mi abuela. Los tejió con hilos de amor, con hilos de espera impaciente, con hilos de ilusiones, con hilos expectantes.
Cuando me calzaron mis primeros zapatos, me calzaron días, meses de amor reservado, zapatos rosas de sonrisas amorosas, de caricias protectoras.
Me calzaron a la tierra con hilos de memorias, hilos tejidos de vida.
Me calzaron hilos de teta y abrazos.
Más adelante, cuando quise caminar, cuando necesité bajar de los brazos de mi madre y descubrir mi mundo, me calzaron zapatos de suela fuerte y flexible, para que pudiese amoldar mis pasos al suelo que pisaba.
Con mis nuevos zapatos pude caminar, descubrir, experimentar y me permitían echar la vista atrás y ver a mis padres caminar a mi lado, acompañando mis pasos.
Seguí caminando por la vida y elegían mis zapatos. Zapatos para correr, para saltar, para jugar, zapatos de domingo...
Y fui creciendo en mis zapatos elegidos por otros, la forma, los colores, el número que encajaba mejor con mis pies.
Y seguí caminando.
En el camino que es mi vida, un día, yo decidí elegir mis propios zapatos.
Elegí marcharme un poco más lejos, descubrir un poco más allá del mundo protegido que conocía.
Me sentía libre para elegir aquellos que a partir de ese momento me servirían para caminar mi propia vida.
Y sin darme cuenta, seguí eligiendo los zapatos en función de lo que me habían enseñado, zapatos prácticos, resistentes, duraderos, del tamaño perfecto.
Poco a poco, empezaron a dolerme los pies. Caminaba y me dolían los pies.
Tenía zapatos que me oprimían, zapatos que me quedaban grandes, zapatos que me quedaban pequeños. Zapatos que me hacían heridas, zapatos a los que por fuerza tenía que adaptarme.
Una mañana, decidí descalzarme. Decidí meterme en mis propios pies. Decidí caminar sin zapatos.
Pisé arena,hierba, asfalto, agua...
Sentí la energía subiendo por mis pies.
Sentí la la brisa, la dureza o suavidad del suelo que pisaba. Sentí la libertad de mis dedos, de mis pasos. Sentí la fuerza para avanzar por la vida.
Poco a poco fui calzando zapatos diferentes, zapatos para bailar, zapatos para vibrar, zapatos para soñar, escalar montañas, zapatos rosas, azules, verdes, zapatos de hojas...
Ahora, si los zapatos me duelen,me los quito y ando descalza.
Si necesito tierra, camino descalza.
Si quiero volar, vuelo descalza.
Si quiero bailar, bailo descalza.
Si caminando se me mete una piedra en el zapato, me siento, quito la piedra y sigo caminando.
Busco zapatos ligeros, zapatos con alas, zapatos de flores, de viento, de agua, de fuego...
Elijo mis propios zapatos para caminar.
Elijo zapatos que me lleven por mi camino de vida.
Elijo caminar por la vida con mis propios zapatos.
Me los quito y me los pongo cuando quiero. Elijo yo. Y recuerdo con amor y gratitud aquellos primeros zapatos rosas que me calzaron cuando nací la primera vez.
6 comentarios:
Qué bonito!
Hola Idoia:
Gracias por leerme y por comentar.
Un abrazo
Dios mío! Cuánta poesía llevas dentro, Rosa!!! Me he emocionado muchísimo al leerte, y ya me he enganchado en mi primera vez. Gracias por compartir tanta belleza! Cuando quieras, vente por Elizondo
Me he acordado de septiembre, cuando había unos bonitos zapatos en el escaparate dos números más pequeños de lo conveniente y he sonreído! Y qué bonito!
Muy bonito, cuanto cariño y ternura transmites, Rosa un gusto leerte.
Eskerrikasko Rosa!
Me ha encantado!
1 muxu grande
Olatz
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