Cuando entramos en contacto, por primera vez, con las esencias, normalmente no estamos acostumbrados a los efectos sutiles que aportan.
Expectantes, estamos abiertos y atentos con todos nuestros canales conocidos y cotidianos y podemos sentirnos decepcionados porque no sentimos ... nada.
Tenemos nuestra atención puesta en lo evidente, en lo que vemos, oímos, olemos. En lo palpable. Muchas veces, nos sentimos mejor sin saber explicar muy bien cómo y por qué.
Podemos darnos cuenta de que, pensamientos que estaban día y noche rondando en nuestra cabeza, de repente, no están.
Que el nudo de angustia, ha desaparecido.
Sentimos que ese peso indefinible que cargábamos a nuestra espalda y nos encorvaba es un poco más ligero.
Empezamos con las dudas, ¿serán las flores? ¿será que estoy predispuesta a sentir los cambios?
Poco a poco, y después de estar tomando esencias durante un tiempo, empezamos a ser más sensibles a sus efectos. Los vamos reconociendo. Su sutileza. Su amoroso acompañamiento. Su certeza.
Empezamos a ser conscientes de la luz que las flores nos dan, de que empezamos a ver nuevas perspectivas, nuevas opciones que antes estaban ahí y no veíamos.
Hay también, personas con una sensibilidad especial. Que llegan hasta las flores con un camino personal ya recorrido que les hace estar abiertos con todos los canales, los evidentes y los sutiles.
Cuando alguien toma esencias y siente la conexión, consigo mismo, con las flores, con la grandeza en la pequeñez, cuando tengo la oportunidad de acompañar desde ahí, desde el disfrute, desde la alegría, se me ensancha el corazón.
Hay infinitas formas de llegar a las flores. Una por cada persona. Una por cada momento.
Podemos llegar hasta las flores desde la cabeza, desde el razonamiento. Y estará bien.
Y podemos también vivir, sentir, bucear desde el encantamiento, desde el descubrimiento en uno mismo de la magia de las flores y desde el descubrimiento de uno mismo a través de ellas.
Dejémonos mecer, dejémonos llevar por la sorpresa, por la alegría.
Por la magia.
Expectantes, estamos abiertos y atentos con todos nuestros canales conocidos y cotidianos y podemos sentirnos decepcionados porque no sentimos ... nada.
Tenemos nuestra atención puesta en lo evidente, en lo que vemos, oímos, olemos. En lo palpable. Muchas veces, nos sentimos mejor sin saber explicar muy bien cómo y por qué.
Podemos darnos cuenta de que, pensamientos que estaban día y noche rondando en nuestra cabeza, de repente, no están.
Que el nudo de angustia, ha desaparecido.
Sentimos que ese peso indefinible que cargábamos a nuestra espalda y nos encorvaba es un poco más ligero.
Empezamos con las dudas, ¿serán las flores? ¿será que estoy predispuesta a sentir los cambios?
Poco a poco, y después de estar tomando esencias durante un tiempo, empezamos a ser más sensibles a sus efectos. Los vamos reconociendo. Su sutileza. Su amoroso acompañamiento. Su certeza.
Empezamos a ser conscientes de la luz que las flores nos dan, de que empezamos a ver nuevas perspectivas, nuevas opciones que antes estaban ahí y no veíamos.
Hay también, personas con una sensibilidad especial. Que llegan hasta las flores con un camino personal ya recorrido que les hace estar abiertos con todos los canales, los evidentes y los sutiles.
Cuando alguien toma esencias y siente la conexión, consigo mismo, con las flores, con la grandeza en la pequeñez, cuando tengo la oportunidad de acompañar desde ahí, desde el disfrute, desde la alegría, se me ensancha el corazón.
Hay infinitas formas de llegar a las flores. Una por cada persona. Una por cada momento.
Podemos llegar hasta las flores desde la cabeza, desde el razonamiento. Y estará bien.
Y podemos también vivir, sentir, bucear desde el encantamiento, desde el descubrimiento en uno mismo de la magia de las flores y desde el descubrimiento de uno mismo a través de ellas.
Dejémonos mecer, dejémonos llevar por la sorpresa, por la alegría.
Por la magia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario