Desde que nacemos, incluso antes del nacimiento, nuestro cuerpo se mueve, por fuera y por dentro, siente, se expresa. Hay una consciencia biológica, innata, con mecanismos que nos permiten sobrevivir. Somos seres instintivos, flexibles, llenos de oportunidades, de posibilidades, de vida y vacíos de barreras intelectuales.
Nuesto cuerpo se mueve, pide, consigue, vuelve a pedir, siente, hace, siempre hace. Y lo hace a través de gestos, movimientos, llanto, respiración, miradas...
Y comenzamos a recibir de nuesto entorno negativas a sus demandas, a lo que pedimos, a lo que necesitamos, atención, contacto, y no lo entendemos porque todavía no entendemos de razonamientos, argumentos, moral, creencias y juicios.
Y cuando queremos algo y no lo conseguimos, nos duele y el dolor no nos gusta. Y lo evitamos.
Vamos reprimiendo impulsos, deseos y conductas que quedan reflejadas en nuestro cuerpo, en nuestra fisionomía.
Y vamos añadiendo capas a lo que somos y nos vamos perdiendo, y desconectando de lo que queremos, convenciéndonos de que lo que sentimos, pensamos y hacemos es lo que realmente nos define como individuos.
Aprendemos e interiorizamos patrones que repetimos continuamente para conseguir lo que queremos. Movimientos y soluciones intentadas que nos frustran porque están muy lejos de nuestros verdaderos deseos y necesidades.
A lo largo de nuestra vida, esta nos pone delante, nuevas oportunidades, una y otra vez, en forma de enfrentamientos, conflictos, decisiones difíciles, para aprender, cerrar ciclos completos y mientras no cerremos esos ciclos, vamos a repetirlos una y otra vez en nuestras relaciones, en el trabajo, en la salud, etc.
Desde una mirada floral, desde ese núcleo de necesidades personales que nos define a cada uno más profundamente, vamos ramificando, añadiendo creencias limitantes que nos ayudan a evitar el dolor de la pérdida, del vacío, de la carencia, para evitar el dolor y adaptarnos y sobrevivir de la manera más placentera posible.
Con las esencias podemos ir profundizando poco a poco entre todas esas capas más superficiales para llegar al núcleo, al origen, al tronco del cuál nacen las ramas en forma de creencias y trabajar ahí, y comenzar de nuevo a edificar con nuevos cimientos,con los nuestros, los propios.
Asumiendo nuestras necesidades y nuestras carencias más primigenias. Reconociendo la intención positiva de estar y mantenernos en determinado estado emocional o flor.
Curar, sanar, cerrar heridas profundas del Alma. Aprender a pedir, a saltar a pesar del miedo.
Hacer, conocer y crear.
Atrevernos con nuestra sombra. Bajar a veces a las oscuras catacumbas. Y desde ahí, empezar a ver luz al final del túnel.
Nuesto cuerpo se mueve, pide, consigue, vuelve a pedir, siente, hace, siempre hace. Y lo hace a través de gestos, movimientos, llanto, respiración, miradas...
Y comenzamos a recibir de nuesto entorno negativas a sus demandas, a lo que pedimos, a lo que necesitamos, atención, contacto, y no lo entendemos porque todavía no entendemos de razonamientos, argumentos, moral, creencias y juicios.
Y cuando queremos algo y no lo conseguimos, nos duele y el dolor no nos gusta. Y lo evitamos.
Vamos reprimiendo impulsos, deseos y conductas que quedan reflejadas en nuestro cuerpo, en nuestra fisionomía.
Y vamos añadiendo capas a lo que somos y nos vamos perdiendo, y desconectando de lo que queremos, convenciéndonos de que lo que sentimos, pensamos y hacemos es lo que realmente nos define como individuos.
Aprendemos e interiorizamos patrones que repetimos continuamente para conseguir lo que queremos. Movimientos y soluciones intentadas que nos frustran porque están muy lejos de nuestros verdaderos deseos y necesidades.
A lo largo de nuestra vida, esta nos pone delante, nuevas oportunidades, una y otra vez, en forma de enfrentamientos, conflictos, decisiones difíciles, para aprender, cerrar ciclos completos y mientras no cerremos esos ciclos, vamos a repetirlos una y otra vez en nuestras relaciones, en el trabajo, en la salud, etc.
Desde una mirada floral, desde ese núcleo de necesidades personales que nos define a cada uno más profundamente, vamos ramificando, añadiendo creencias limitantes que nos ayudan a evitar el dolor de la pérdida, del vacío, de la carencia, para evitar el dolor y adaptarnos y sobrevivir de la manera más placentera posible.
Con las esencias podemos ir profundizando poco a poco entre todas esas capas más superficiales para llegar al núcleo, al origen, al tronco del cuál nacen las ramas en forma de creencias y trabajar ahí, y comenzar de nuevo a edificar con nuevos cimientos,con los nuestros, los propios.
Asumiendo nuestras necesidades y nuestras carencias más primigenias. Reconociendo la intención positiva de estar y mantenernos en determinado estado emocional o flor.
Curar, sanar, cerrar heridas profundas del Alma. Aprender a pedir, a saltar a pesar del miedo.
Hacer, conocer y crear.
Atrevernos con nuestra sombra. Bajar a veces a las oscuras catacumbas. Y desde ahí, empezar a ver luz al final del túnel.
1 comentario:
Gracias Rosa...es un placer leerte. Las flores permiten un estallido de consciencia porque en su recorrido dentro nuestro llegan a la profundidad del alma...
Te dejo un gran abrazo
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